El crimen organizado tiene empleados de confianza en la industria del turismo

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Hace días platicaba con algunos amigos que son empresarios en el sector turismo y cada uno, por separado, comenzaba a contarme sobre sus últimas vivencias, todas con el mismo hilo conductor: empleados del crimen organizado.

Una florista avecindada en tierras huastecas me contó que había contratado a una asistente a la que, después de compartirle el oficio y ganarse su confianza, le robó gran parte de los ingresos generados en un fin de semana y que, además, se había quedado con los datos (nombres y domicilios) de algunos clientes de alto nivel que tenía.

Otro ciudadano dedicado al mundo de los restaurantes había contratado a un valet parking (parte del staff del lugar) y después de tres meses, entró el sujeto “nuevo” con unos amigos más y a punta de pistola, asaltaron a los comensales y se llevaron el efectivo que había en el lugar.

Ya no es necesario pedir cartas de recomendación ni papeles de no antecedentes penales, el común denominador en las historias que hoy vagamente les comparto, es que los involucrados se identificaron como parte del crimen organizado, sin pena alguna.

Por más filtros que coloquen las empresas para reclutar a sus empleados, el C.O. va ganando con mucho tiempo de anticipación; ya no es necesario entrar en estereotipos o mal fiarse de la apariencia física, se camuflajean entre los más ordinarios y en un país donde se valora el que quiera trabajar y no recibir dádiva, es difícil decir que no a un empleado con ganas de trabajar.

Aunque ese empleado, tenga dos jefes.

Según pláticas entre meseros de antros céntricos y algunos despistados más que asumen que presumir formar parte de las filas del mal es lo mejor que les pueda pasar, se han presumido colados por todos lados y ejecutando todo tipo de empleos; de esa manera, saben quiénes manejan dinero en efectivo, estudian sus movimientos y dan el golpe.

¿Qué vamos a implementar mañana para reclutar talento? Ya no es garantía que cursen una licenciatura para no estar involucrados, no hay cartas de no pertenecer a un grupo delictivo; ofrecer un sueldo bien remunerado tampoco es la solución. Entonces, ¿qué nos queda?

Nos quedará viajar con la zozobra de ser observados, de organizar nuestros eventos con poco personal y dar lo mejor en cada situación.

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