Salí de Cancún un sábado cerca del mediodía. Mi punto de partida fue el Hotel Adhara Hacienda Cancún, un hotel ubicado en la zona centro de la ciudad, que me permitió no sólo tomar un rico desayuno, sino estar bien ubicado para tomar la carretera que me llevaría a conocer Bacalar.
Cerca de las dos de la tarde ya tenía todo listo a bordo de mi Goldwing Aspencade 1200, tanque de gasolina lleno, una botella de agua, unos chocolates y alguna botana. La meta era recorrer los más de 300 kilómetros de distancia que existen entre Cancún y la Laguna de Bacalar.
La expectativa era disfrutar entre tres y cuatro horas de carretera; primero pasar Puerto Morelos, después Playa del Carmen, Tulum, Muyil y Felipe Carrillo Puerto hasta llegar a mi destino. Una carretera que nos va llevando por parajes exóticos y solitarios es la oportunidad para disfrutar del camino e imaginar cómo nuestros antepasados recorrían estas vías.
Sentir el viento en el rostro, las pocas curvas, las largas rectas y los poblados a los costados de la carretera te llevan a un lugar imaginario en medio de la vegetación selvática; incluso por momentos es como si estuvieras dentro de una película y salieras de la realidad para convertirte en un espectador de la jungla.
Al final de nuestro camino encontramos Bacalar. Pudiera parecer un poblado sin atractivo, como muchos que podemos encontrar en todas las carreteras de México, sin embargo, como en todo lugar, esconde una de las bellezas más impactantes de nuestro país, su laguna, conocida como “La laguna de los 7 colores”, por sus diferentes tonalidades que dependen de la vegetación, la inclinación del sol, el viento y su profundidad. Es el único cuerpo de agua en el mundo con estas características especiales.
Recorrer este hermoso paraje puede llevarte entre tres y cinco horas. Visitas cenotes, puntos donde puedes nadar o caminar, la isla de los pájaros, el paso de los piratas, que es la única vía de comunicación con el océano y por donde nuestros antepasados viajaban para comercializar sus productos con Tulum y Cozumel.
Durante estos recorridos que tienen un costo entre los 150 y 300 pesos por persona, tienes la oportunidad de descubrir la magia de un lugar mágico y misterioso; el estar sentado a la orilla de la laguna y al observar sus tonalidades, comprender que un lugar tan bello debe de estar oculto para poder permanecer vivo. Nos hace reflexionar sobre el cuidado que debemos tener para mantenerlos vivos, sin que se pierdan al ser atractivos turísticos.
Luego de la reflexión vino la parte divertida: navegar por los distintos puntos de la laguna, sentir el cambio de temperatura entre la plataforma de arena que da una profundidad de menos de un metro y medio y las oscuras y frías aguas de los cenotes, cuya profundidad, es todavía indeterminada.
Describir las variantes de azules, los rosas, las cristalinas aguas, sería faltar a la creatividad. Mejor será decir que a pesar de la distancia, realizar este viaje ha sido una de las experiencias más maravillosas que me ha dado la vida. Encontrarse en la ruta estas bellezas es una experiencia única.
Despedirse de un lugar así resulta un tanto doloroso, ya que son instantes que nos gustaría que permanecieran por siempre; sin embargo como todo lugar mágico, debe dejarse atrás, como un recuerdo memorable, como un suspiro sigiloso para que no pierda su misticismo.
Regresar a la realidad para recordarnos que siempre habrá un lugar especial, que nunca dejará de permanecer en nuestra mente y en nuestros corazones.
En la ruta nos encontraremos nuevamente, pero será otro día. Otro amanecer y otro atardecer.