Se dice que, “quien de amarillo se viste, en su belleza confía”, y la ciudad de Izamal en Yucatán tiene en que confiar porque es bellísima y llena de historia, ¡es mágica!
Y es que estar en Izamal es estar en una paleta de colores blanco, amarillo y rojo, dos los puedes ver, el más encendido lo tienes que imaginar, porque cuenta la historia del lugar.
Empecemos por el blanco de la red de caminos sacbés construidos por mayas. Cuando los recorres debes imaginar las peregrinaciones que se hacían para venerar a Itzamná o Zamná, «Rocío del cielo», el sacerdote patriarca de los itzá. Y es que Zamná fue todo un personaje. Llegó de Bacalar para fundar esta ciudad y otras ciudades importantes en el estado. Las crónicas lo definen como un hombre sabio que inventó los primeros caracteres que sirvieron de letras a los nativos de la región y el haber mostrado a su pueblo las bondades, el cultivo y el uso de ki (henequén), el agave que desde entonces ha estado presente en la actividad agrícola de la península de Yucatán.
Para cuando llegaron los españoles, la ciudad estaba abandonada y se desconoce con certeza las razones de su olvido. Como en otros lugares en México, sobre sus ruinas y templos se construyeron conventos cuya belleza, más allá de la historia que los antecede, son dignos de admirar.
El amarillo llegó con las haciendas ganaderas que durante el México independiente pasaron a ser parte del conjunto de haciendas que integraron la agroindustria henequenera, vigente durante un siglo y medio para posteriormente formar parte de todas las edificaciones de esta pequeña ciudad.
Desde que llegas, notarás este brillante color amarillo en todas las casas y edificios principales de este hermoso Pueblo Mágico, conocido también como “La Ciudad Amarilla” de Yucatán, lo que lo hace un lugar digno de un cuento, donde podrás tomar fotos increíbles.
Y el rojo, solo lo podrás ver si visitas la pirámide Kinich Kakmó, que además es la tercera más grande de México y te permitirá tener una vista panorámica de la ciudad. Al llegar cierra los ojos e imagina un Dios con cuerpo humano y cabeza de guacamaya de un rojo anaranjado intenso con una antorcha encendida en cada mano: el ave de fuego con rostro solar.
Y es que los mayas creían que el Dios Kinich bajaba al mediodía cuando el sol está en pleno para quemar y purificar los sacrificios o las ofrendas. En tiempos pandémicos el pueblo acudía con ofrendas para Kinich Kakmó porque pensaba que el sol regía sobre la salud.
Y para complementar la colección de fotos maravillosas para tu Instagram debes visitar:
- LA FOTO OBLIGADA
En el Centro Histórico se ubica el Convento Franciscano San Antonio de Padua -una monumental construcción del siglo XVI con el atrio cerrado más grande de Latinoamérica y el segundo en el mundo, después de la Plaza de San Pedro en el Vaticano-. En las orillas de los portales se tiene una vista magnífica de la pirámide Kinich-Kakmó.